El calamar gigante (Dosidicus gigas) tiene un ciclo de vida que varía entre 1 y 2 años por lo que observa un rápido crecimiento y alta mortalidad. Son semélparos (desovan una sola vez y mueren). Principalmente carnívoros, su metabolismo es rápido y su régimen alimentario polivalente. Requieren cantidades cotidianas de alimento equivalentes al 5-9% de su masa corporal. Su dieta se basa en peces mictófidos como la vinciguerria, otros cefalópodos (lo que incluye el canibalismo) y diversas especies de macro-zooplancton. Puede tener una talla de hasta 4 metros, del final de los tentáculos a la cola y pesan hasta 50 Kgs. Su distribución no es uniforme y están fuertemente afectados por la variabilidad ambiental
Las capturas mundiales de cefalópodos son aproximadamente 3 millones 600 mil toneladas anuales, según la última información disponible emitida por la FAO. Entre 2013 y 2017 se pescaron 900 mil toneladas de pota en la región del Pacífico oriental; en el Perú se desembarcó aproximadamente el 47% del calamar gigante, China y su poderosa flota industrial captura el 30% y Chile el 17%. El saldo lo extrajeron México, Taiwán y Corea.
Respecto de la flota china, podemos decir que la que se dedica a esta especie, así como el resto de sus 17 mil barcos que operan en aguas internacionales, según un estudio realizado por el Instituto de Desarrollo de Ultramar, reciben importantes subsidios del gobierno de la República Popular China. Se ha especulado sobre diferentes valores, pero en 2003 el monto estimado de las ayudas estatales a la pesca fue de 4.100 millones de dólares, destinando 2.300 millones a la construcción de embarcaciones e infraestructura y 1.800 millones para combustible. Las subvenciones a la pesca son un incentivo a la depredación de los recursos pesqueros y ponen en riesgo el sustento del 10% de los habitantes del planeta que se ocupan en la pesca y de los 2,600 millones de seres humanos cuya fuente de proteínas en su alimentación, proviene de los océanos. Recordemos que en el ODS 14 de la ONU prescribe prohibir las subvenciones que contribuyen a excesos de capturas, las mismas que no serían económicamente viables sin el aporte financiero de los gobiernos.
Una de las aseveraciones del mencionado Instituto de Desarrollo de Ultramar es que el área de operaciones más frecuente de los buques chinos es el Océano Pacífico Noroeste, con una alta presión sobre los recursos de Filipinas Vietnam, y Camboya. “Sin embargo, las actividades más intensas fueron las pesquerías de calamar en el Atlántico sudoccidental y el sureste del Pacífico, especialmente en la costa de Perú”, agregaron. Según Miren Gutiérrez, directora del Programa de postgrado Análisis, Investigación y Comunicación de Datos en la Universidad de Deusto, España “Se avecina un desastre para las comunidades pesqueras en los países en desarrollo a menos que los políticos a nivel local e internacional escuchen la investigación científica y los hechos. Millones de personas dependen de la proteína del pescado y economías enteras dependen de esta actividad para obtener trabajo y bienestar. Si no encontramos una solución colectiva, eventualmente será un desastre completo para la flota china también”,
Es bien sabido que la pota es el principal recurso pesquero en el Perú en cuanto a generación de mano de obra y que sustenta a gran parte de la flota artesanal y más del 54% de las exportaciones pesqueras para consumo humano. No es menos conocido que aproximadamente 450 barcos industriales chinos realizan una intensa actividad desde el Atlántico argentino hasta el Pacífico de Chile, Perú y Ecuador. Constantemente, en los últimos años, se han avistado naves de esa nacionalidad dentro de sus aguas jurisdiccionales, según denuncias de autoridades y pescadores. De los 4 países, solo el Perú permite que hagan uso de sus puertos para diferentes actividades logísticas, que les permiten seguir operando eficientemente a 17,000 Kilómetros de distancia.
A pesar que las actividades ilícitas no poseen cifras oficiales, se ha llegado a estimar que las capturas ilegales de pota de los barcos de países de aguas distantes en el mar peruano podría ascender a 50 mil toneladas anuales, las mismas que si fueran desembarcadas en el Perú, podrían generar unos 85 millones de dólares en exportaciones y trabajo para otros 10 mil peruanos. Eso es lo que debe comprender el Estado y por esa razón, apremia que la flota extranjera que capture especies transzonales en alta mar, tenga la obligación de contar con un dispositivo satelital compatible con el SISESAT de PRODUCE para estar debidamente monitoreado y tener la certeza de que no estén saqueando nuestras riquezas impunemente. Esperemos que el gobierno actúe pronto y si no lo hiciere, que Dios y la Nación se lo demanden.
Autor: Alfonso Miranda Eyzaguirre
PH: Bioguía